La familia, ahora más que nunca

Róger Martínez Miralda
La Prensa, Honduras

La crisis financiera mundial nos ha hecho ver la vida y la sociedad desde otra perspectiva, y esto no sólo a los que vivimos en los países empobrecidos, sino también a aquellos que siendo ciudadanos del primer mundo ven cómo la sociedad del bienestar y del consumo se diluye ante sus propios ojos.

Las ayudas para los socialmente marginados, los subsidios a personas, grupos e instituciones, el alargamiento de los años de trabajo asalariado y, por ende, el aplazamiento de la jubilación, la reducción de salarios, etc. no son fantasmas que atemorizan a los habitantes de los países ricos, sino crudas realidades que les está tomando tiempo digerir y que están resultando más amargas de lo que jamás se imaginaron.

Ningún presupuesto de ningún Estado resulta ahora suficiente para sostener ningún sistema de previsión. Los índices de desempleo manienen a la gente en vilo y las noticias sobre leves mejorías son echadas por el suelo al día siguiente ante una situación que cada vez se prolonga más de lo esperado. Papá-Estado, pues, no puede más con la carga y ha comenzado a tirarla. El problema está en el hacia dónde, es decir, ¿quién asumirá los gastos que la previsión social se ve imposibilitada de asumir? Y entonces, de nuevo, como es lógico y natural, los ojos se vuelven hacia la familia.

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