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La fascinación del oro

Tuesday 06 March, 2012


José Márquez Céas
El Nuevo Diario, Nicaragua

Desde los tiempos más remotos el oro ha ejercido una gran fascinación entre los seres humanos. Sabemos que las religiones primitivas identificaron al oro con el sol naciente, y a la plata con la luna, quizá por el color intrínseco de ambos metales.

El oro se considera un metal noble, porque una de sus principales características es que no se oxida, y por tanto, no se desgasta, razón por lo cual desde la antigüedad fue usado para la confección de joyas y adornos, y posteriormente como medio de pago e instrumento para atesorar valor.

En el plano espiritual el oro simboliza lo excelso, lo supremo, la máxima realización y la aspiración más noble del ser humano. Por ello no es extraño escuchar acerca de una “edad de oro”, un “siglo de oro”, unas “bodas de oro”, de tener “un corazón de oro”, o de premiar la máxima ejecutoria de un atleta con una medalla de oro.

En el plano filosófico y moral el oro ha prestado su nombre a más de una creación intelectual, como es el caso de los versos áureos de Pitágoras, con los cuales el gran maestro de Samos nos legó un Desiderátum intemporal que establece las acciones deseables para la realización plena del individuo.

En el terreno mitológico está el ejemplo del Rey Midas, cuya ambición le condenó a convertir en oro todo lo que tocaba. En el plano histórico tenemos la Leyenda de El Dorado, originada en 1534, que deslumbró a los conquistadores españoles y les llevó a organizar numerosas expediciones en busca de fabulosos tesoros constituidos por oro y esmeraldas. También está el sueño perenne de los alquimistas, de obtener la “piedra filosofal” con la cual lograrían transmutar los metales en oro.

La onza troy, usada únicamente en joyería, orfebrería y numismática para pesar metales preciosos equivale a 31.1034768 gramos. La pureza del oro se mide en quilates: el oro puro tiene 24 quilates, significando 24 partes de oro y cero partes de otro metal. El oro de 12 quilates tiene 12 partes de oro y 12 de otro metal, y así sucesivamente. La cotización de la onza troy de oro se rige por las reglas del mercado y depende de la oferta y demanda.

En los años 1933 a 1966 la onza troy de oro se mantuvo fija en 35 dólares. En enero 1968 se cotizaba en 50 dólares, pero en agosto de 1971 cuando Nixon decretó la no convertibilidad del dólar, el precio quedó libre y en el mercado se situó rápidamente en 60 dólares.

En 1973 ya superaba los 100 dólares y los 200 dólares en 1974. En 1980 alcanzó los 850 y después bajó hasta el año 1985. De 1986 a 1999 el precio fluctuó entre 300-400 dólares. De 2000 a 2011 registró una tendencia creciente que ya era evidente en 2005 y 2006, acelerándose en 2009 con un rango de 810-1,100 dólares y un pico de 1,210. En 2011 continuó la tendencia creciente en un rango de 1,320-1,600 dólares, con picos de 1,850 y 1,750 en septiembre y noviembre.

El precio del oro refleja el impacto de los precios internacionales de ciertos productos, como el petróleo (llamado “oro negro”¨), así como el comportamiento y las tendencias de los mercados financieros internacionales y de la economía mundial.

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