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¿Consumo = desarrollo?

Wednesday 08 September, 2010


Alexánder Sánchez
La Nación, Costa Rica

En los últimos años el comportamiento de los consumidores en Costa Rica, y principalmente el de los más jóvenes, ha sufrido cambios importantes. Basta conversar con algunas de estas personas para darse cuenta de sus malos hábitos de compra, ya que, a pesar de no tener altos niveles de educación ni trabajos bien remunerados, su nivel de consumo pareciera ser incongruente con el de sus ingresos.

Lograr eso solo es posible adquiriendo deuda, para lo cual uno de los instrumentos más recientemente utilizados son las tarjetas de crédito, cuya colocación en los últimos cuatro años, según el Ministerio de Economía, Industria y Comercio, ha crecido en casi un 70%.

En nuestro país se ha vuelto común ver a muchas personas utilizando prendas de vestir muy caras, visitando frecuentemente lugares de recreación como cines, teatros, restaurantes y bares, o comprando costosos teléfonos celulares y, lo más paradójico, vehículos que otras con mayor poder adquisitivo no se atreverían a adquirir. Lo anterior refleja que, al parecer, el costarricense relaciona desarrollo económico con nivel de consumo, razón por la que vemos cómo algunos hacen casi cualquier cosa con tal de adquirir una mayor canasta de bienes y servicios. 

Un fenómeno preocupante que vive actualmente nuestra sociedad es que el éxito de las personas es medido cada vez más por las cosas que estas posean, por lo que muchas de ellas forman su mundo alrededor de sus bienes materiales. De realizarse un análisis a nuestros niños y jóvenes sobre aspectos como su desenvolvimiento y nivel de seguridad y adaptabilidad, así como de tolerancia y valores, se mostrarían cuáles han sido los resultados, donde 4 de cada 10 niños que ingresan a la escuela no concluyen el colegio, y cerca del 19% de la población vive en condiciones de pobreza.

El objetivo aquí no es cuestionar si con la obtención de más bienes y servicios, los costarricenses tendrán, o no, un mayor nivel de satisfacción; el asunto que se debe debatir es si realmente estos consumidores tienen la capacidad económica para adquirirlos, o si tienen la real necesidad de utilizarlos.

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