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¿Queremos realmente combatir la pobreza?

Tuesday 05 October, 2010


Rafael Castellanos
La Prensa Gráfica, El Salvador

El combate a la pobreza y lograr mejores índices de desarrollo humano para la población de un país de 5 a 6 millones de habitantes no es muy complicado de formular, otros lo han hecho, la fórmula es probada. Sin embargo, la ejecución de la misma, que depende del funcionamiento de la sociedad y la capacidad de los políticos que eligen para pensar claro y actuar eficazmente, marca la diferencia entre los que ingresan al club de los mejor desarrollados o se quedan en el club de los pobres.

Se necesita un alto crecimiento económico, sostenido en el tiempo, tasas arriba del 6%, acompañado de una democracia profunda, fortaleza de las instituciones, funcionamiento del estado de derecho, cuidado y mejoramiento del ambiente, crecimiento con equidad para disminuir la brecha creando una gran clase media, e invertir muy fuertemente en el mejoramiento de su capital humano: educación, salud, conectividad y acceso a los mercados laborales.

El crecimiento económico si bien no debe ser un fin en sí mismo, es la base, no porque como manejan ideologizadamente las izquierdas no exitosas, del rebalse que no alcanza se beneficien los pobres y la clase media, sino porque el crecimiento económico es el que produce empleos, genera utilidades a las medianas y pequeñas empresas, que son el sostén principal de todas las economías grandes. Genera mayores impuestos, permitiendo al estado redistribuir adecuadamente a la sociedad. 

La inversión pública debe ser evaluada por su rentabilidad social, lo que en Chile se ha hecho desde una pequeña secretaría, con mucha mística, un excelente sistema de evaluación, ampliamente conocido y difundido. Luego un estricto seguimiento de la ejecución de la obra anunciada o en proceso. El mejor fiscalizador es la sociedad, toda la asignación y ejecución del gasto público debiera estar en internet, a la vista de cualquier ciudadano... así se hace más difícil que los funcionarios caigan en corrupción, igualmente la ejecución deficiente o lenta queda a la contraloría del público y la presión ayuda a lograr eficiencia.

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