Arena multicolor
Monday 20 October, 2014
Alexéi Tellerías
“Tenemos playas que parecen piscinas”, se alcanza a leer en una valla en una de las principales calles de Santo Domingo.
Es marzo y todos los días son para una ‘playita’, como se dice en la ciudad Primada de América. Gajes de vivir en República Dominicana. ¿Sabían que la temperatura promedio en el país, todo el año, es de 25 °C? Los nacidos aquí decimos –medio en broma, medio en serio– que solo hay dos estaciones en el año: “Verano e infierno”. El que nuestro clima sea húmedo hace que se sienta más calor, pues puede alcanzar los 34 °C entre junio y agosto.
Pero, a la par que las altas temperaturas, la naturaleza nos regaló agua por todas partes: las costas dominicanas se extienden por 1.500 kilómetros. En cualquiera de los puntos cardinales de la segunda isla más grande del Caribe se puede encontrar una playita al gusto del turista más exigente.
En varias reseñas internacionales se habla también de nuestros brazos de costa: Playa Bávaro, en el este, forma parte del top 25 del Caribe en Tripadvisor, y Cayo Arena, en Puerto Plata, fue incluida entre las 100 más bellas del mundo por CNN.
Las playas de República Dominicana son mundialmente conocidas por buenas razones. De arena fina, gruesa, blanca, amarilla o gris, gran parte de ellas están certificadas como ‘bandera azul’. Conocerlas todas a la vez suena imposible, pero vamos a intentarlo en estas líneas.
Haz un viaje mental hacia ‘la tierra que más amó Colón’. Guarda los abrigos. Echa mano del bronceador, busca el traje de baño que mejor te quede y embárcate. Piensa que llegas de día, con el sol quemando, al Aeropuerto Internacional de Las Américas. El látigo de calor es lo primero que se siente cuando abandonas la cabina. Y, en 10 minutos exactos, ya hay un sitio donde calmarlo: Boca Chica, la más familiar de todas las playas del país.
Tres kilómetros de arena fina para caminar, nadar o practicar deportes acuáticos.
Por el Este sale el sol
Boca Chica es uno de los principales puntos hoteleros de la costa sureste dominicana. La playa se encuentra muy bien protegida por un gran arrecife coralino que, gracias a su escasa profundidad, permite caminar en el agua y sumergirse apenas hasta la cintura.
El hotel más emblemático es el Hamaca, cuyo restaurante Pelícano redefine eso de ‘comer frente al mar’. En una tonalidad menos gourmet, Boca Chica es famosa por sus yaniqueques o long plays, crujientes masas de harina frita.
Más hacia el este, Playa Caribe, Guayacanes y Juan Dolio son los tres principales puntos playeros de la provincia San Pedro de Macorís. El fuerte oleaje de la primera la hace ideal para practicar surf y boogie-boarding. Guayacanes y Juan Dolio son perfectas para hacer largas caminatas bajo los cocoteros.
Desde la playa de Bayahibe y sus mágicos atardeceres salen las yolas –barcas pequeñas– hasta la Isla Saona, donde se encuentra la piscina natural, una de sus principales atracciones.
Otra playa isleña cercana es Catalina, hacia la cual hay excursiones en catamaranes desde La Romana.
Y, continuando por la Autovía del Coral – creada recientemente–, llegamos a la zona de Verón, Punta Cana y Bávaro.
Porque el Sur también existe
El área que mira al Caribe es famosa por su oleaje. En Baní está la playa de Punta Salinas, de arena gris, cerca de Bahía de las Calderas. Y, más hacia el oeste, como yendo hacia la frontera con Haití, aguarda una zona playera que los locales denominan La novia del Caribe o Perla del Sur. Salpicada de palmeras y de sol, se trata de la preciosa Barahona. Aspirante eterna al próximo gran destino turístico de República
Dominicana, sus azules aguas engañan al visitante más desprevenido.
San Rafael, Paraíso, Los Patos, Saladilla y El Quemaito tienen la particularidad de estar justo al lado de la carretera Sánchez, lo cual brinda una panorámica inolvidable. Eso sí, ¡cuidado con las corrientes marinas!
No podemos dejar este trayecto sin hablar de Bahía de las Águilas, parque nacional al que solo puede accederse por vía marítima, en la provincia Pedernales. Pocas cosas se comparan en este planeta con disfrutar de una playa casi virgen.
Hacia la línea del Noreste
En el mismo trayecto del Sol, como cantara Pedro Mir, poeta nacional, en su Hay un país en el mundo, están dibujadas las arenas finas y blancas del noreste, a las que se accede por la autopista Juan Pablo II, que va desde Las Américas hasta Nagua. Hablamos de la zona cercana al ‘golfo de las flechas’ como llamó Cristóbal Colón a la Bahía de Samaná, lugar donde se dio el primer enfrentamiento entre nativos y españoles. Por aquí se hallan las zonas playeras más extensas, como Playa Rincón, o paraísos escondidos como Cayo Levantado. Para llegar, hay que viajar en lancha a este islote en el centro de la bahía.
Volvemos a la isla grande y nos adentramos más en la península, al punto más al nordeste de la isla. Las Galeras no solo tiene aguas tranquilas, sino un acuario natural para buceo recreativo. Luego, por la carretera de El Limón, llegamos a Las Terrenas, uno de los espacios descubiertos por inmigrantes europeos en la década de 1980 y que hoy es el lugar por excelencia para ‘darse su playita’ en Semana Santa.
Una última recomendación: Playa Rincón, cuyos dos kilómetros de longitud son una de esas rarezas que todavía se encuentran sin desarrollo hotelero. Su naturaleza es virgen y es considerada una de las mejores playas del mundo, con un lado de aguas dóciles y tranquilas, y otro con un intenso oleaje.
Bienvenidos a República Dominicana, una tierra de olas y arena multicolor. Que el viaje mental que empezaste leyendo este artículo se convierta en una maleta lista para disfrutar.
Temporada de ballenas
Nos quedamos un momento más en Samaná porque la estación lo amerita. De enero a marzo, esta ciudad se llena de visitantes que desean presenciar uno de los espectáculos más vistosos de la naturaleza. Entre 3.000 y 5.000 ballenas jorobadas migran en estos meses a aparearse y reproducirse en el santuario mamífero conocido como Banco de la Plata.
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