Asocio para el crecimiento

Joaquín Samayoa 
La Prensa Gráfica, El Salvador

Esta semana dio inicio una nueva etapa del trabajo que vienen realizando desde hace varios meses los gobiernos de El Salvador y Estados Unidos, a fin de darle contenido concreto a una estrategia de asocio para el crecimiento. Nuestro país ha sido seleccionado para recibir un apoyo especial de Estados Unidos, con la expectativa de encontrar cauces mucho más efectivos a la cooperación que desde hace varias décadas ese país le ha brindado al nuestro para solventar problemas de educación, salud, infraestructura, comercio y gobernabilidad democrática.

Conociendo el pragmatismo de nuestros amigos del norte, podemos estar bastante seguros de que nuestro país fue seleccionado atendiendo a tres criterios. En primer lugar, porque en estos momentos necesita un impulso fuera de lo común para salir del atolladero; en segundo lugar, porque nos consideran capaces de aprovechar la ayuda; y en tercer lugar, porque a Estados Unidos le conviene que no se derrumbe el socio más confiable que tiene en la región.

Del “asocio para el crecimiento”, lo necesitamos, lo podemos aprovechar y nos conviene a ambos. Pero eso no basta para convertirlo en una empresa exitosa. Más allá de toda buena intención que seguramente existe en los dos gobiernos, hay que entender que las burocracias estatales encargadas de concretar las iniciativas novedosas acarrean una pesada inercia de normas, procedimientos y culturas institucionales que tienden, a seguir haciendo esencialmente lo mismo y de la misma manera. Ese es el caso de las iniciativas del actual gobierno en su intento de solventar los problemas de seguridad. Y por esa razón no se han obtenido resultados significativos.

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