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Barranquilla es sabor

Tuesday 21 October, 2014


 

Enrique Patiño

“Está sabroso”, dice la mujer después de probar la primera cucharada de sancocho de guandul con trozos de carne seca que le sirven en la mesa de un afanado restaurante, en el que se desbordan las personas. Un “está sabrosísimo” se le suma cuando su vecino saborea el sancocho de pescado del día. De fondo suenan las cucharas y el murmullo de la multitud que atiborra el restaurante Sancocho y Asados de la calle 84 con carrera 43, a la calurosa 1.00 p.m. de una Barranquilla cuya temperatura bajo el Sol nunca parece descender de los 32 °C.

Detrás de la palabra sabroso –gastronómicamente impía para miles– hay algo que todos reconocen sin que salga a flote: en Barranquilla lo ‘sabroso’ tiene un sentido profundo que revela la identidad de la ciudad y de la cultura Caribe. No hay barranquillero que no haga mención a que la vida debe tener sabor y eso aplica a la forma en que se vive, ama, come, baila y goza. Sin orden específico y sin excepción.

Las cifras, tan alejadas de la fiesta, también le dan razón a esa forma de vida: tres encuestas revelaron, a inicios de 2014, que Colombia era, por algún motivo insólito, el país más feliz del mundo; y Barranquilla la ciudad que disparaba ese promedio en el territorio. Una encuesta de ‘Barranquilla cómo vamos’ revela, además, que 77% de la población está orgullosa de su ciudad y dichosa de vivir en ella. El diario local El Heraldo, en un sondeo propio, descubrió que 87% dice ser feliz en Barranquilla, la ciudad más dispuesta del mundo a hacer prevalecer la sonrisa sobre la tragedia. Cuando bailan, no son pocos los que gritan “¡saborrrrr!”.

A manteles
Los barranquilleros, sin distinción, hacen una pausa al mediodía para comer en casa o compartir con los amigos. En su cultura, la comida es una pasión tan honda como el mismo Carnaval porque está relacionada con la variedad y el goce. ¿A qué se debe? La respuesta la tiene Vanessa Saldarriaga, una joven de 23 años que baila como si el alma se le fuera a salir del cuerpo cuando oye una tambora: “Porque ajá”, explica. Y punto. Pero hay un fondo real: es una ciudad de migraciones sucesivas, la mayoría de las cuales se dieron a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. La suma de sabores árabes, judíos y europeos provenientes de Alemania e Italia, pero también de España e incluso China, que llegaron desde el otro lado del Atlántico, unidos a la tradición de los fritos africanos y a las recetas legadas por los indígenas, permitieron una diversidad que alimenta ese “sabor” local de una manera natural. A diferencia de otras ciudades, comer bien no es en Barranquilla un tema de restaurantes sino de arraigo popular.

Eso se ve: en una misma calle es posible encontrar el sabor de los chicharrones, frituras de carimañolas y enyucados, butifarras de Soledad servidas con limón, bollos de yuca y angelitos (bollos preparados carrera, como los perros calientes asados a la parrilla y con ‘nacionalidades’ que van desde lo escocés hasta lo suizo, siempre con un huevo de codorniz de remate. El trópico en su punto máximo es el mango verde con sal y limón que se consigue en bolsas de COP 1.000, en casi cualquier esquina.

Esa es la Barranquilla que sus ciudadanos comen, se gozan con sabor y catalogan como sabrosa. Esa que desayuna fritos nacidos de las esclavas africanas, cuyas sucesoras repiten la combinación inicial del maíz americano con huevo para hacer las emblemáticas arepas de huevo, y que innovaron para crear las arepas dulces con anís. La que disfruta los pescados fritos y se rinde a los mariscos. La que hace arroces con fideos, lentejas, fríjoles cabecita negra o, por supuesto, con coco, el plato más pedido por los turistas.

Esa que delira por un crocante dedito de queso. Todo tan natural, tan presente en cada esquina, que comer y gozar es parte del día a día en la ciudad que se autoproclama como la más feliz del mundo y en la que el sabor es un estado del alma: sabor que es sazón ante la vida, condimento para defenderse de la dureza que igual sufre por su corrupción e informalidad. “Si Barranquilla sufre, ¿por qué hay tanta alegría en ella?”, pregunto. “Porque ajá”, me responden, sonriendo.

La fiesta más grande
La ciudad vive –y se desvive– por el Carnaval, que este año va del 1 al 4 de marzo. Esta mágica tradición, Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, convoca a toda la ciudad y cobra protagonismo en las calles de los barrios y municipios a través de comparsas y bailes, infinidad de personajes con nombres sonoros como monocuco, marimondas o negritas puloy y el rey Momo, comandados todos por la reina del Carnaval, Maqui, sinónimo de la alegría pura. Una de las fiestas más bellas y alegres del mundo.

Restaurantes
1. Varadero (comida de mar)
2. La Güera Milagrosa (mexicana)
3. El Celler (cocina de autor)
4. Cucayo (típica)
5. El Árabe Gourmet (árabe)
6. La Tiendecita (típica)
7. La Cueva
8. Nona Rossa (italiana)
9. Narcobollo (típica)
10. Sancochos y Asados de la 84 (colombiana)
11. Sarab (árabe)

Cultura y recreación
12. Parque Cultural del Caribe
13. Plaza de la Aduana
14. Barrio El Prado (Hotel El Prado)
15. La Casa del Carnaval, Barrio Abajo
16. Teatro Amira de la Rosa
17. Zoológico de Barranquilla
18. Catedral Metropolitana
19. Centro Comercial Buenavista
20. Centro Comercial Villa Country

Gentilicio
Barranquilleros. Los locales suelen llamarse a sí mismos ‘curramberos’ o también ‘quilleros’. La ciudad recibe, además, el nombre de ‘Puerta de Oro’ por su histórica apertura hacia los migrantes.

Nombre
La hacienda que dio origen a la ciudad fue conocida como Barrancas de Camacho o Barrancas de San Nicolás.

Origen
Barranquilla no fue fundada sino poblada a partir de 1629, pero solo en 1813 fue declarada Villa.

Moneda
USD 1= 2.049 pesos colombianos.

Altura
De 0 a 98 msnm

Superficie
166 km2

Transporte
El aeropuerto Ernesto Cortissoz conecta a Barranquilla con el resto del país y con el mundo.

Por tierra comunica, a tan solo hora y media, con Santa Marta y Cartagena.

Internamente, el sistema de bus de Transmetro es el más sencillo y veloz.

Su puerto de carga marítimo y fluvial es uno de los más importantes del país.

¿Dónde comprar?
La creatividad de los diseñadores barranquilleros es reconocida en el mundo gracias a figuras como Silvia Tcherassi, Judy Hazbún o Beatriz Camacho, entre otras.

Barranquilla no se limita a los centros comerciales, sino que es posible encontrar locales de diseño dispersos en los barrios del norte de la ciudad.

La moda, el diseño de muebles, el lujo y las artesanías alcanzan niveles altísimos. La finca raíz también ha crecido exponencialmente en los últimos tres años.

Este y otros artículos de destinos puede encontrarlos en www.aviancaenrevista.com.