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Desigualdad escalofriante

Thursday 02 September, 2010


Segisfredo Infante
La Tribuna, Honduras
 
En una entrevista televisiva reciente, el subdirector general del “Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo” (PNUD), afirmó que América Latina es el lugar en donde se registra la mayor desigualdad social en el mundo. Lo dijo sin ningún rodeo, eludiendo esta vez aquellos lenguajes engolados que acostumbran algunos voceros de los organismos internacionales. Quedó claro en la entrevista de “CNN” que África continúa siendo el continente más pobre del mundo, pero que los países latinoamericanos han “crecido” en materia de desigualdades en la distribución de las riquezas nacionales, hasta ocupar el primer lugar en esta subclase de calamidad mundial.
 
 
Lo curioso de este caso continental es que en los años previos a la recesión financiero-económica desencadenada entre septiembre y octubre del año dos mil ocho, se hablaba de bonanzas por doquier, y de un crecimiento positivo desacostumbrado en la mayoría de los países de América Latina. 
 
En este punto tendríamos que comenzar a hilar y deshilar fino en el análisis económico, habida cuenta que por un lado se percibía una situación “bonancible” en términos macroeconómicos incluso para países destartalados como Honduras, y por otro lado continuaban avanzando los índices de desigualdad social (en la vida real), ensanchando la brecha concreta más o menos polarizante de las sociedades latinoamericanas; incluida la de nuestro admirado Brasil, que por regla general ha venido ocupando el primer lugar en materia de desigualdades humanas, a pesar de los repuntes en términos puramente siderúrgicos y macroeconómicos. 
 
 
Aquí, en la espesura de la provincia, nosotros hemos venido señalando las tremendas falencias estructurales en los comportamientos económicos y sociales de países como Honduras.
 
Trabajando al mismo tiempo con la gente más humilde del interior. Lo hemos hecho en los últimos quince o veinte años sin interrupción alguna. Por eso nos ha importunado que algunos inescrupulosos de última hora, con banderillas ajenas y coléricas, hayan querido sorprendernos con la idea peregrina que ellos han inventado el hielo.