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Dolarización de la economía salvadoreña

Thursday 06 October, 2011


Francisco Sorto Rivas
La Prensa Gráfica, El Salvador

El tema de la dolarización de la economía salvadoreña ha sido objeto de discusión pública, nuevamente, en los últimos meses, debido a las restricciones de financiamiento que enfrentan las finanzas públicas en nuestro país, dado que como consecuencia de la unificación monetaria implementada en el año 2001, se dejó de contar con mecanismos autónomos de financiamiento como el señoreaje y la emisión responsable de moneda.

De hecho, este es un tema de análisis recurrente en las aulas cuando estudiamos modelos macroeconómicos para economías pequeñas y abiertas, como sería el caso de El Salvador; entendiendo por abiertas aquellas economías donde el peso relativo de las importaciones y exportaciones, respecto al PIB, es significativo y pequeñas, porque su participación en el comercio mundial no incide en los precios de los bienes que transamos.

La revisión de esta temática se vuelve relevante para los estudiantes de programas de maestría en negocios, dado que el escenario en que deben gestionar recursos corporativos está marcado por alguna incertidumbre, especialmente por el lento crecimiento de la economía nacional, a pesar de las distintas iniciativas de política impulsadas desde hace más de una década para estimularlo.

Sobre este particular, se han vertido diversas opiniones sobre la conveniencia o no, de haber adoptado el dólar como moneda de curso legal; sin embargo, se ha descuidado mencionar, con suficiente énfasis, que el análisis que debemos hacer para entender la vinculación comercial y financiera entre países, mediatizadas a través del tipo de cambio, debe partir de una valoración real de este; no debemos quedarnos únicamente en el ámbito nominal del asunto.

Lo cierto es que el valor real de la moneda está determinado por la relación que existe entre los precios domésticos y los internacionales, y que cuando la inflación local supera a la registrada por nuestros principales socios comerciales, estamos perdiendo competitividad frente a ellos; asimismo, no se explica adecuadamente que, en economías con moneda propia y tipo de cambio fijo, esto se corrige devaluando la moneda.

Al carecerse de esta posibilidad, la pérdida de competitividad debe corregirse mediante mejoras reales en la productividad, lo cual requiere, naturalmente, de inversión privada en tecnología e inversión pública en infraestructura, a fin de abaratar los costos de transacción en general.

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