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El fin del Estado benefactor

Monday 01 November, 2010


Otto Martín Wolf
La Prensa, Honduras

Cuba, que durante cincuenta y más años utilizó todos los recursos posibles para hacer que su sistema económico funcionara, acaba de anunciar su fracaso. El próximo enero empezará el doloroso pero inevitable proceso de despido de más de medio millón de empleados públicos, los cuales serán lanzados al vacío sin paracaídas y sin una red que los ataje.

Más que en cualquier país del mundo, los cubanos aprendieron a no trabajar, a vivir del Estado. Allí se originó la frase “ellos fingen pagarnos, nosotros fingimos trabajar”. Ahora irán a la calle para que se la “jueguen” por cuenta propia.

¿De qué trabajarán? Es difícil decirlo, ya que la mayoría no sabe hacer otra cosa que vivir del Estado y apenas si disponen de una mínima preparación para convertirse en “cuentapropistas”, que no son otra cosa que el equivalente de nuestra economía informal; vendedores ambulantes y hasta limosneros. Por cierto, sus utilidades serán grabadas hasta con un 50% de impuestos.

Al otro lado del océano, en Inglaterra, igualmente han anunciado el despido de medio millón de trabajadores del Estado. También el Gobierno se propone eliminar una serie de programas sociales, medida que afectará a muchas más personas. Que quede claro, no es que la gente no lo necesite, no es que no sea para beneficio de algunos (o muchos), lo que sucede simplemente es que no se pueden costear.

No hay remedio, de continuar con ciertos programas benefactores, el Estado finalmente terminaría quebrado. Honduras ha venido soportando ciertos programas que, aunque son buenos para algunos, resultan impagables. No se trata de si lo merecen o no (a juzgar por la clase de educación que imparten, no lo merecen), pero de lo que se trata es de que el Estado de Honduras no puede pagarlos: así de sencillo.

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