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El impuesto a las sociedades

Thursday 02 September, 2010


Juan E. Muñóz Giró
La Nación, Costa Rica
 
El proyecto es digno de un sepulcro sin mención alguna.
 
La lectura de la exposición de motivos y del texto del proyecto de ley que crea un nuevo impuesto en Costa Rica, conduce a plantear un conjunto de interrogantes, cuyas respuestas no parecen atender los sanos principios de la tributación. Más bien, es evidente que la urgente necesidad de recursos tributarios para medio paliar el excesivo gasto que originó el último año de la administración Arias, ha llevado a las autoridades a proponer la creación de este impuesto sin ningún criterio técnico.
 
Como primer punto de reflexión destaca el hecho de que se establece el impuesto en un monto único de $300 anuales o su equivalente en colones. Así las cosas, los pequeños empresarios y los microempresarios que, por razones éticas y honestas, inscribieron sus negocios en el Registro Nacional, y que cotizan a la seguridad social y pagan puntualmente los impuestos, se verán en una franca desventaja ante empresas grandes cuyos patrimonios pueden llegar a representar varias veces el capital de la pequeña empresa.
 
Por ejemplo, con el tipo de cambio de referencia de estos días, el impuesto podría representar aproximadamente ¢155.000 al año. Para una empresa pequeña, esta suma puede ser el fin de su actividad, o, en el mejor de los casos, llevarla a operar informalmente, al margen de la cotización social y de la tributación. Si el tipo de cambio llegara a aumentar al límite superior de la banda, el impuesto llegaría a una suma aproximada a los ¢185.000. Para las empresas grandes, estas cantidades son ínfimas en comparación con la escala de sus operaciones y el tamaño de su patrimonio.
 
En fin, el impuesto no está bien diseñado, pareciera más un producto de la urgencia y no del pensamiento serio que demanda la técnica tributaria. El único aspecto del proyecto de ley que llama la atención es que el impuesto está expresado en dólares de los Estados Unidos, lo cual dice que el Gobierno le apuesta al dólar y no al colón. Nos da la razón a los que apoyamos la dolarización plena de la economía. Por lo demás, el proyecto es digno de un sepulcro sin mención alguna.