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El negocio ilícito de la migración

Monday 15 November, 2010


Roberto Rubio-Fabián
La Prensa Gráfica, El Salvador
 
El fenómeno de la migración de centroamericanos hacia Estados Unidos tiene varias dimensiones. En el plano humano, su recorrido es una verdadera tragedia, una cuesta empedrada de muertes e inimaginables sufrimientos. En la dimensión económica, su impacto es enorme e indiscutible: remesas como energía fundamental para mantener en marcha el motor económico; flujos e intercambios que aseguran buena rentabilidad para importantes sectores de servicios, contribución a la dinamización del consumo.
 
Sus aristas socioculturales también son significativas: factor importante de movilidad social y cambios notables en nuestro mapa sociológico; colchón de la pobreza y respiradero de conflictos sociales; transformaciones drásticas en el mundo rural, en sus comportamientos y hábitos de consumo. Pero hay otra dimensión, ahora quizá más conocida pero no por ello más estudiada. Se trata del fenómeno del flujo migratorio como componente del negocio de los ilícitos y del crimen organizado.
 
Los volúmenes de dinero que mueve el flujo migratorio desde Centroamérica hacia Estados Unidos son crecientemente significativos. Tomemos solamente el caso de El Salvador. Según informaciones modestas que diera el ex embajador norteamericano en el país hace algunos años, se estima que podrían salir de El Salvador ilegalmente hacia Estados Unidos un promedio de 500 personas diarias (otras fuentes de organismos internacionales calculaban cerca de 700 personas diarias). 
 
El costo promedio que paga un migrante ilegal a la estructura de coyotes y polleros, modestamente hablando, podría andar arriba de los $6,000 (el muro fronterizo y otras medidas de control en Estados Unidos han vuelto más caro el traslado). Por tanto, este “ahorro de pobres” destinado a “inversión de alto riesgo” en esperanza por una vida mejor, estaría como mínimo representando unos $3 millones diarios, es decir unos $1,095,000,000 (casi $1.1 billones); lo que significa aproximadamente un 30% del total de remesas recibidas al año. Si sumamos los migrantes guatemaltecos y hondureños, las cifras posiblemente se triplican.