Oscar Clemente Marroquín
La Hora, Guatemala
La renuncia de Carlos Castresana como principal autoridad de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala nos tiene que obligar a una profunda reflexión sobre el tema de fondo que es, justamente, el de la impunidad y el enorme poder que mantienen en el país los grupos paralelos.
Absurdo es pretender que se pueda documentar con prueba fehaciente el proceder de esos grupos porque el carácter clandestino de su actividad no deja más huella que la articulación del sistema de impunidad que nos agobia.
Es grave que el nuestro sea un Estado impune, pero más grave es que sea un Estado cómplice de la impunidad porque institucionalmente la alienta y fortalece. Pero acaso el punto crucial es si nuestra población, si los ciudadanos, entienden no sólo la dimensión sino el alcance de esa impunidad apuntalada al extremo.
El debate sobre Carlos Castresana, su renuncia y las consecuencias estará siempre matizado por la simpatía o antipatía que la CICIG generó en distintos sectores de la sociedad.
Pero lo que no podemos ignorar es que, al margen del bando en que los ubiquemos, hay un serio problema de impunidad cuyo combate, ciertamente, nos corresponde a los mismos guatemaltecos, pero que no ha llegado a ser aún una prioridad de la población. Castresana y la misma CICIG son ayudas temporales, pero no puede esperarse que ni uno ni la otra sean la solución al problema porque esa solución únicamente llegará cuando los ciudadanos entendamos lo que significa vivir en un Estado impune que no surgió por generación espontánea, sino que se ha ido moldeando de manera rigurosa, con el mismo rigor usado para minar ahora el trabajo de la Comisión.
El tema de fondo es la impunidad
Thursday 10 June, 2010