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Hegemonía del progresismo

Thursday 28 October, 2010


Edgar Gutiérrez
El Periódico, Guatemala

Los éxitos económicos, sociales e internacionales de los presidentes Fernando Henrique Cardoso (1995-2002) y Luis Inácio Lula da Silva (2003-2010) edificaron una hegemonía inédita del progresismo en Brasil. Ellos representan partidos rivales –socialdemocracia y nueva izquierda–, pero que ven hacia el mismo horizonte y tienen conciencia de Estado.

Lograron un equilibrio único en un país marcado por la desigualdad social y a la vez convocado a ser potencia mundial. Incentivaron el crecimiento económico a través de la inversión privada y de la participación pública en gigantescos proyectos de infraestructura y desarrollo tecnológico.

Todo un proyecto de transformación social sin polarizar. Un cambio “suave”. El éxito de ese carril de desarrollo se ha traducido en el plano político en un agregado de demandas progresistas de la sociedad. Los resultados de las últimas elecciones así lo cuentan. Dilma Rousseff, la candidata de Lula, obtuvo 47.6 millones de votos, equivalentes al 46.9 por ciento; José Serra, del partido de Cardoso, ganó 33.1 millones, o sea, 32.6 por ciento; y Marina Silva, del primer gabinete de Lula y ahora postulada por los Verdes, alcanzó un espectacular 19.3 por ciento, que expresa más de 19 millones de votos.

Salta a la vista que las 3 ofertas políticas progresistas acaparan al 98.8 por ciento del electorado. Que se volvió mala palabra decir que uno es conservador o vota a las derechas. Eso es sorprendente en términos de una sociedad brutalmente desigual y con la historia compartida de Latinoamérica, donde además, recordemos, a Brasil se le talló con una estirpe imperial. Pero la emergencia de los Verdes no es menos sorprendente.

Los Verdes fueron un partido minoritario, refugio de unas clases medias consideradas, hasta cierto punto, extravagantes. Marina Silva, ex ministra de Medio Ambiente, y hasta mediados del 2008 un icono del gobierno de Lula por su carisma y legitimidad, curiosamente le arrebató a Rousseff un triunfo en primera vuelta. Silva puso en evidencia que el proyecto de Lula no es sustentable y su mensaje tuvo eco en una quinta parte del electorado, que ahora le ha dado un poder inédito a los ecologistas.

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