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Ilusión peligrosa

Friday 08 October, 2010


Cornelio Hopmann
El Nuevo Diario, Nicaragua

Hay quienes plantean que mejorando la educación, tecnificando el campo y combatiendo más la pobreza extrema, en particular rural, se puede encaminar el desarrollo de Nicaragua hacia la prosperidad. Sin negar el impacto de la educación para el empleo, de las ciencias y la tecnología para la productividad, tanto en el campo como en la ciudad, y sin obviar que la mayor concentración de la miseria está en las zonas rurales, me parece que un enfoque así de limitado es una ilusión peligrosa, pues apunta a remediar síntomas sin curar las causas subyacentes.

¿Se les paga a los trabajadores agrícolas emigrados a Costa Rica o El Salvador mejores salarios que en Nicaragua porque los agricultores allá tienen más compasión para con ellos? Obviamente no, sino que si no se pagara mejor que en Nicaragua, los nicas no migrarían y los productores de esas naciones estarían en problemas, porque por la recompensa ofrecida les resulta difícil encontrar compatriotas que quieran realizar las mismas faenas, pues tienen otras alternativas mejores en esos países. 

¿Se le paga a una cortadora de café más por lata cuando tenga primaria completa que a una trabajadora de Zona Franca más por pieza por tener la normal aprobada, o a una cajera bancaria más salario por tener Licenciatura en Banca y Finanzas? Obviamente tampoco no, pues en todos estos casos lo que define los pagos es la ley de oferta y demanda del mercado laboral. Aconsejado por el FMI se evita cualquier injerencia en ese mercado, fijando incrementos de salarios mínimos que no compensan la inflación combinada con los efectos de la devaluación, y se mantiene otros salarios -como los de las maestras- lo más bajo posible para no crear demanda laboral alternativa. 

Solamente una minoría de la población económicamente activa se encuentra en relaciones laborales estables y formales. La abrumadora mayoría está en la economía informal, donde la única forma de mejorar sus ingresos es que haya precios más altos para los productos y servicios en venta. En el sector informal rige la ley de oferta y demanda tan absolutamente que ni el gobierno ni otros tienen instrumentos para incidir o remediar.

Dos acontecimientos que se repiten cada año señalan causas: por un lado el alboroto por un incremento en menos que 25 centavos dólar la libra de frijol rojo, por el otro el clamor de los productores para que el Estado les suavice el golpe económico causado por la abundancia de leche en invierno. Las mayorías urbanas no tienen los ingresos para lidiar con un aumento aunque fuera solamente módico de los alimentos básicos, ni mucho menos para darse el lujo de un vaso de leche a diario, aunque fuera solamente para sus niños en edad escolar.

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