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La batalla por el futuro de Miami

Friday 28 October, 2011


Andrés Oppenheimer
La Prensa, Honduras

Finalmente, varios meses después de la euforia inicial por el anuncio de los planes de una empresa de Malasia de construir un megacasino de $3,000 millones en Miami, estamos viendo el principio de un debate sobre si eso cambiaría esta ciudad para bien o para mal. La batalla por el alma de Miami ha comenzado.

¿Debería Miami convertirse en otra Las Vegas, dedicada a atraer jugadores adinerados de Latinoamérica y Europa? ¿O debería seguir construyendo sobre su estatus de sede de las oficinas latinoamericanas de corporaciones multinacionales, y de centro bancario, de servicios de salud, artístico y educativo?

O, para decirlo de otra manera, ¿quiere Miami ser conocida por tener uno de los megacasinos más grandes del mundo —posiblemente el más grande— suponiendo que la Legislatura de Florida lo apruebe? ¿O prefiere ser conocida como centro de comercio internacional, que ya tiene 1,000 corporaciones multinacionales, un flamante Parque de Investigación de Ciencias de la Vida y Tecnología de la Universidad de Miami, y la feria anual Art Basel, una de las exhibiciones más importantes de bellas artes del mundo?

El Grupo Genting, de Malasia, anunció en mayo que había comprado el edificio frente a la bahía de The Miami Herald por $236 millones, como parte del plan de construir un gigantesco centro turístico. El megacomplejo tendría cuatro hoteles ultramodernos con un total de 5,000 habitaciones, dos torres de apartamentos con 1,000 unidades, más de 50 restaurantes y 60 tiendas de lujo.

Según Genting, si obtiene la licencia para juegos de ruleta, el proyecto creará 15,000 empleos directos e indirectos en la construcción, y otros 30,000 empleos permanentes. Los alcaldes de Miami y del Condado Miami-Dade respaldaron la idea del proyecto.

Pero Frank Nero, presidente de la agencia de desarrollo económico de Miami-Dade conocida como Beacon Council, rompió el casi unánime coro de apoyo el 12 de octubre, advirtiendo que el proyecto les robaría clientes al resto de los hoteles y restaurantes de Miami, y ahuyentaría a empresas con empleos profesionales de alta remuneración.

“En Atlantic City, había más de 300 restaurantes y bares antes de que llegaran los casinos”, me dijo Nero en una entrevista posterior. “Ahora quedan menos de 60 restaurantes fuera de los casinos”.

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