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La implosión negada

Friday 07 October, 2011


Rosina Cazali
El Periódico, Guatemala

Pocos medios quieren hablar de Ocuppy Wall Street, como si se tratara de tapar el sol con un dedo. Tal vez porque es otra de esas expresiones que se perciben vagas, de personas rabiosas por la falta de empleo, viviendas o ahorros. Y si se da en el “país de las oportunidades”, la actitud tendrá que llamarse forzosamente incorrección política, traición o “moda”; cualquier eufemismo vale para corroborar que les empuja la misma necesidad de resistir de los egipcios o el movimiento 15M en Madrid, contra la codicia, la corrupción de los especuladores y eso de estar haciendo bochinches es de países atrasados. Pero sin líderes, fomentando la no violencia, sin una tendencia política que los identifique, lo inaudito es que, ahí, en Wall Street, el lugar símbolo del capitalismo, donde cayeron las Torres Gemelas, el movimiento resulta tan molesto como desconcertante. Tanto así que la palabra “ocupa” ha derivado en sustantivo y adjetivo genérico para estigmatizar a esos jóvenes “sin oficio” que entorpecen el tráfico. De manera sistemática se les sustrae importancia y algunos considerando que su movida es una “pizza party” como analogía burlona con el “tea party” de los republicanos.

Su imagen de jóvenes privilegiados, comunicados a través de las redes sociales, no coincide con lo que, supuestamente, tendría que representar un desempleado, la clase baja, un obrero o un homeless. Pero, como pregunta mi amigo Guimbo, “¿acaso es necesario tener un pedigrí obrero para levantarse y protestar contra las injusticias propias y ajenas?” Protestar es un derecho y un acto primariamente humano. En este caso, las protestas en Wall Street corresponden a todos porque la estafa es generalizada y la preocupación mundial. Es un movimiento civil que está dispuesto a evadir los cercos policíacos tanto como mostrar su indignación contra el abuso desmedido al que han llegado las fórmulas neoliberales. Lo hacen desde una forma poco convencional y eso desubica a la ortodoxia política. Sin caudillos a la vista no hay contra quién despotricar o analizar bajo los microscopios del FBI.

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