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Ninguna noche es eterna

Tuesday 24 January, 2012


Geovani Galeas
La Prensa Gráfica, El Salvador

Durante las últimas semanas estudié y comparé varias de las encuestas más recientes, incluyendo algunas que no fueron publicadas por haber sido realizadas para uso exclusivo de quienes las financiaron. El balance que obtuve no hace más que confirmar lo que ya el sentido común capta por sí mismo en los corrillos políticos y en la calle: lo único que crece es el escepticismo. Ese movimiento implica el achicamiento de las posibilidades para las extremas ideológicas y para su otrora tan rentable juego de polarización.

¿Por qué entonces, si eso es tan evidente, persisten las actitudes y los mensajes polarizantes? Algo tiene que ver en ello la simple inercia y el ruido que producen los sectores más atrasados, pero también tiene que ver la necesidad meramente coyuntural de afianzar lo que queda del menguado voto duro. Lo que definirá el fin obligado de ese juego anacrónico y estéril será el resultado de las inminentes elecciones municipales y legislativas. De manera general, ese resultado es ya perfectamente previsible: cualquier victoria, sea roja o tricolor, será por el mínimo margen.

Esa situación dejará sin piso las ortodoxias y las intolerancias, abriendo paso a un saludable realismo político producido más por el instinto de supervivencia que por la sabiduría. No estoy diciendo que desaparecerán los radicalismos, solo afirmo que del espejismo de ser opción de poder volverán a su natural condición de franca minoría. En adelante, las puertas se cerrarán para quienes solo agitan viejas supersticiones y mitologías ideológicas, aquellas de la guerra fría, y se abrirán para quienes ofrezcan soluciones razonables a nuestros problemas reales. ¿Cuál es la diferencia entre Soyapango y Santa Tecla si las dos ciudades son gobernadas desde hace varios años por la izquierda? ¿Por qué allá hay suciedad, caos y resquemores típicamente tercermundistas, y en esta hay un claro camino hacia la modernidad? Allá el alcalde pinta todo de rojo, se viste él mismo de ese color y se pone además una gorra verde olivo adornada con las banderas de Cuba y Venezuela; aquí el alcalde ha puesto decididamente su gestión al servicio de la ciudadanía en general y no de su partido.

¿Ideología o soluciones prácticas, empantanamiento en un pasado conflictivo y excluyente o progreso palpable y general? Óscar Ortiz es de izquierda pero entiende que en Santa Tecla también hay gente de derecha, y entiende más: no importa el color del carné partidario de cada uno puesto que, al final de cuentas, todos son ciudadanos conviviendo en un mismo espacio. Habrá quien quiera vivir en Soyapango, por supuesto, pero evidentemente es más seguro y agradable vivir en Santa Tecla.

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