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Ortega nunca será un presidente legítimo

Tuesday 08 November, 2011


Onofre Guevara López
El Nuevo Diario, NIcaragua

El cúmulo de aberraciones jurídicas –que comienza con la candidatura de Daniel Ortega— junto a todo tipo de abusos y arbitrariedades, dio por resultado un fraude que, no por previsto, ha dejado de restallar contra las aspiraciones democráticas de una mayoría de nicaragüenses. El fraude, previsto y denunciado desde antes que se iniciara el proceso electoral, tuvo su concreción el recién pasado domingo.

Con esta forma delictiva de lograr una espuria “victoria” electoral, se abre un nuevo espacio histórico a los inveterados conflictos políticos que por más de un siglo no han permitido al país, la estabilidad necesaria para su desarrollo material y humano. Desarrollo saboteado por las ambiciones desmedidas de individuos, clases y grupos políticos sin escrúpulos, todo lo cual, esta vez, también agrega el sello de la ignominia sobre la sociedad nicaragüense, al obligarla –prácticamente— a canjear limitadas reformas sociales por sus libertades democráticas.

Ese espíritu malo de la campaña electoral orteguista, aunque en sus aspectos prácticos no se cansaron de expresarlo de las formas más obvias, ha sido la manipulación de la juventud y de la religiosidad del pueblo. Desde el coloniaje español, la religión no había sido, como es hoy, el instrumento ideológico más rentable para una clase dominante. La “bendición de Dios” --¡y de “la virgen santísima”!— la ha utilizado la dominación clasista interna, siempre combinada con la extranjera, como una patente de corso para el saqueo y su impunidad.

No obstante, el robo de esta elección no ocurrirá sin ningún costo político para el orteguismo. Después de su desprestigio local, será mayor en lo internacional. Estuvo claro que cuando Ortega, en la última etapa del proceso electoral, accedió a una observación extranjera parcial, fue porque consideró que a esas alturas ya había logrado consolidar su dominio de la escena pública nacional, como para poner a funcionar su maquinaria fraudulenta sin correr ningún riesgo.

Pero Ortega no contó con dos imponderables; en primer término, lo que hemos llamado la sorpresa Gadea mantilla, y en segundo, la seriedad y eficiencia de la observación europea, demostradas desde sus primeros días de actividades, como advertencia de que no venía a hacer turismo político. Y si bien sus personeros han sido ponderados en sus opiniones, no esperaron que se consumaran las aberraciones jurídicas y las maniobras políticas del gobierno para hablar de ellas públicamente, e insinuar que tendrían sus consecuencias en el acto final del domingo recién pasado.

Eso ocurrió así, porque las irregularidades que ellos vieron y de las cuales hablaron, eran solo las estelas de todas las maniobras, las trampas e ilegalidades iniciadas desde cinco años atrás. Los descontentos e incidentes ocurridos en varios municipios por el escamoteo de los documentos de identidad, pese a la represión policial, no dejaron de manifestarse.

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