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Una evolución que el país necesita

Friday 03 September, 2010


Rafael Castellanos
La Prensa Gráfica, El Salvador
 
Las negativas vienen tanto de izquierda, como de areneros conservadores. Las reacciones de izquierda, al menos los que escriben sobre la columna o en medios electrónicos que la reproducen, siguen un patrón común: decepcionantes, no pasan del insulto, la descalificación de lo que se dice sin exponer un mínimo argumento, insultan al que escribe, o les “causa risa”, o que “ARENA debe buscar un mejor apologeta que usted”... Decepciona no encontrar un nivel mínimo de debate, de investigación para determinar la verdad o falsedad del argumento, o de algo en que fundamentar la desaprobación.
 
En la derecha las reacciones negativas han sido otra forma. Algunas de incredulidad, otras de rechazo al cambio, por ser muy conservadores, mantener el original y único pensamiento presente a la fundación del partido, tal como ellos lo ven, principalmente.
 
Ambas reacciones eran de esperar, pero no para desalentar. La evolución es un proceso natural, indispensable para la supervivencia de partidos políticos que sufren una derrota política después de haber estado en el poder, so pena de desaparecer o volverse poco relevantes. Hay muchos ejemplos internacionales, y en el país: el PCN y la democracia cristiana.
 
Si ARENA quiere llegar a ese sector, que es el que decide las elecciones, el camino es renovar su ideario, volver a lo bueno del primer gobierno, tener aperturas reales, dejar de ser percibido como el partido de los empresarios y más bien como el abanderado de los pobres y la clase media, conservando sus principios de libertad, respeto al estado de derecho y a la empresa privada.
 
El FMLN, en sus recientes elecciones internas, concentró más el poder en el grupo hegemónico, el PC, distanciándose de ese grupo de indecisos y aun de sus simpatizantes que fueron excluidos. Su evolución al centro, deseable para el país se ve muy lejana.
 
Se la puso fácil a ARENA. Sin embargo, para llegar al segmento de que hablamos los cambios no deben ser cosméticos o electoreros como dicen los detractores, sino internalizados, consensuados. En un mismo partido caben desde muy conservadores, hasta liberales, compartiendo ideología común bajo una gran sombrilla. El partido republicano en Estados Unidos es una buena muestra.